Discgolfeando y de campos: Ankerskogen, un histórico del disc golf noruego

La caseta en la que se guarda el material al lado del último hoyo. El logo del club a la izquierda y Torleiv y Knut a la derecha
El pasado martes 20 de junio aproveché la mañana antes de los entrenamientos para viajar con mi colega discgolfista Torleiv para visitar el remodelado campo de su ciudad natal Hamar. Hemos viajado en mi coche y, como siempre, la hora y media de viaje ha pasado volando mientras hablábamos de muchas cosas, y desde luego, también de disc golf.

Al llegar nos encontramos con su primo Knut, otro de los jugadores noruegos que han visitado el Open de España y los campos de la ciudad de Oviedo, y que nos ha acompañado en esta ronda matinal pre-vacacional.

El campo de Hamar, cuyo nombre oficial es Ankerskogen, está en el parque que alberga el complejo de piscinas y campos del mismo nombre. El campo se diseñó e inauguró en 1985, convirtiéndose de esa manera en el tercer campo del país y fue uno de los tres campos en los que se celebró el primer tour noruego en 1987.

A principios del nuevo milenio, el club, y por inercia el campo, estuvo un poco dormido, pero los tres últimos años ha resurgido de sus cenizas y está experimentando un nuevo período de grandeza. Muchos de los jugadores que fundaron el club han empezado a jugar de nuevo y han traído consigo nuevos y jugadores, ambiciosos y con ganas de ayudar al club. Entre ellos están Håkon Kveseth y Kasper Skovly, superestrellas de nuestro deporte en el país que visitaron el Open de España de esta temporada.

El nuevo auge ha traído consigo unas claras ganas de mejorar y rediseñar el campo, algo que he notado inmediatamente en esta visita que ha sido parcialmente motivada por mi participación en el próximo campeonato de Noruega que se celebrará en Septiembre.

Lo primero que me ha impresionado ha sido el gran número de jugadores que nos hemos encontrado a lo largo de nuestra ronda, y no solo el número en si, pero su juventud y calidad. Jugadores jóvenes, cargados de discos y haciendo lanzamientos de gran nivel durante la mañana de un martes en pleno del curso escolar. Verdaderamente impresionante.

La segunda cosa que me ha fascinado ha sido el gran trabajo que los miembros del Hamar Frisbee Club han llevado a cabo en el campo. Han construido bancos en gran parte de los hoyos, salidas de madera en la mayoría de ellos, pequeños puentes para cruzar zonas embarradas e incluso salidas elevadas de varios metros de altura para crear hoyos  más desafiantes técnicamente hablando.


El campo ha pasado de 18 a 27 hoyos que varían en longitud y, aunque no hay ningún hoyo excesivamente largo, tiene varios en los cuales incluso los brazos potentes tienen que aplicarse. Los hoyos diseñados en zonas con mucho árbol son técnicamente complicados y necesitan precisión absoluta. El campo da sin duda ventaja a los locales y dudo bastante que los jugadores de fuera se lleven muchos títulos en el próximo campeonato de Noruega. Lo que es seguro es que puede pasar de todo, este en un campo en el que un posible -10 no está muy lejos de un devastador +10.


Entre los hoyos más interesantes están el #4una isla de 80 metros con salida elevada; el #5, muy corto y con un doble mando que dificulta un hoyo en el que se ven bastantes ACEs o hoyos en uno; el #11, con una calle muy estrecha, plagada de árboles y con la canasta al otro lado de una pequeña colina, muy complicado para sus 78 metros de distancia;  y el #8, un hoyo muy complicado técnicamente y con, probablemente, una de las salidas más trabajadas del mundo.


Mi ronda no ha sido del todo mala, y aunque he evitado muchos bogeys, tampoco he anotado mucho birdie. A Knut, con el que seguro competiré en la categoría Master, ha caracterizado mi ronda como relativamente buena, y yo personalmente opto por confiar en su análisis.


Lo que está muy claro es que intentaré volver de nuevo e esta campo a lo largo del verano para tener un plan más claro en muchos de los hoyos en los que esta vez me he visto obligado a improvisar.

Hemos vuelto a Oslo en hora punta, con mucho tráfico y con el tiempo justo para llegar al entrenamiento de uno de mis equipos de fútbol, pero a pesar de este último estrés, el viaje ha valido la pena.

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