Discgolfeando y de pruebas: el campo de Hudøy


Hudøy es una isla situada hora y media al sur de Oslo. En ella se celebran campamentos de verano para niños, y mi hijo Daniel asistió en agosto a uno de ellos. La experiencia le encantó y ya nos ha explicado que tiene muchas ganas de volver.

Hudøy es propiedad del Ayuntamiento de Oslo y comenzó con sus campamentos en 1916. La isla está compuesta por varias colonias, cada una de ellas con su pequeño campo de fútbol,  sus canoas, su playa y un montón de material e instalaciones a la disposición de los niños.

La isla está cerrada al público y la única gente que tiene acceso a ella son los niños que asisten a los campamentos y sus monitores. Este año es su centenario, y aprovechando el aniversario ha abierto las puertas al público durante un único día.

Este verano Daniel pasó casi dos semanas en la colonia de Støa, una experiencia que compartió con otros cuarenta niños y de la que volvió encantado. Cecilie, su madre, estuvo en Hudøy hace treinta años, y cuando se enteró de que la isla estaría abierta al público no dudó en preparar una excursión familiar.

Salimos de Oslo a las ocho de la mañana, y tras hora y media de coche nos pusimos a esperar por el barco que transporta a la gente a la isla, un trayecto de unos diez minutos, que en esta ocasión estuvo lleno de viento y olas. Desde el muelle dimos una paseo hasta la colonia de Støa y después no sentamos un rato en la cafetería, que esta situada en el centro geográfico de la isla.

Cuando nos dirigíamos a la cafetería he llevado la gran sorpresa de la día al encontrarme con un mapa de campo de disc golf y un tee con su mapa de hoyo correspondiente. Resulta que la organización que administra los campamentos ha invertido en un campo de nueve hoyos para añadir una atracción más a su larga lista de actividades, algo que parece ser ha tenido mucho éxito, según me ha contado Daniel que ya probó el campo este pasado verano.

Lo mejor de todo es que la Asociación Hudøy ha sido previsora y también ha invertido en discos, todos ellos de Latitude 64, para que los niños los pidan en la cafetería, donde hay un caja en la que se recogen y se dejan tras la ronda.

Este sábado he sido un niño más, he recogido mi disco en su correspondiente caja y he realizado dos rondas en las que he probado los hoyos, observado el diseño, controlado los tees y probado tanto canastas como discos. En cuestión de una hora he observado a unas seis o siete familias haciendo el recorrido juntos y divirtiéndose.

Al final del día he hecho una tercera ronda con Daniel y su amigo Víctor, al que también entreno en uno de nuestros equipos de fútbol. Han jugado best-shot contra mi, plantándome cara en varios hoyos en los que han hecho birdie.

Tras 27 hoyos mi conclusión es clara: el campo está bien diseñado y aunque la mayoría de los hoyos son cortos, la media es de unos 35 metros, son todos divertidos. El único que he visto si sentido es el hoyo ocho, en el cual no hay ninguna calle clara, lo que convierte el resultado en una lotería. Las canastas son nuevas. Las salidas están bien, aunque un par de ellas no tienen plataforma y, al estar en terreno rocoso, son un poco peligrosas. Todas las salidas tiene cartel de hoyo y el mapa del campo está muy bien. Como en muchos de los campos que he visitado, las transiciones entre algunos de los hoyos no están bien marcadas y he tardado un gran rato en encontrar la salida del sexto. Es algo muy importante y que en este caso ha faltado. La seguridad no me parece del todo buena. El hoyo tres se juega a lo largo del camino principal de la isla, y algunos de los hoyos cruzan caminos. De todas formas la impresión general es que el campo es bonito, divertido, perfecto como una actividad más para campamentos de verano de este tipo y, sobre todo, una buena introducción a nuestro deporte.


Al final el día ha sido muy entretenido, hemos podido ver el lugar en el que Daniel ha pasado parte de sus vacaciones y he tenido la oportunidad de probar un campo de disc golf al que normalmente no se puede acceder.

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